martes, 29 de mayo de 2007

INCIENSO DE MADRUGADA TRISTE

Se me han extraviado las madrugadas,
esas en las que ocultábamos distancias y ausencias
con la sublime paz que regalan las sombras incipientes.

Mis lágrimas son estelas, donde la noche se vuelve repentinamente antigua,
pértigas de hielo fustigando los sueños y el candor de mi unicornio,
que yace desahuciado, esperando su sudario de lirios sedientos.

Tengo el translúcido cadáver de un gorrión
que expiró de frío, en las palmas de mis manos,
mientras el resol de un grito sordo, va haciendo cauce en mi pulso.

Ya el calor de la salamandra no es suficiente para mi piel
aterida de abandono, tu sonrisa antes tatuada en mis pupilas
con los primeros rayos del sol, se diluye.

Se me han escapado los aromas y los cantos de tus poemas,
estoy ansiando el tórrido refugio de tu voz, envolviéndome en las amanecidas frías.


(Llevo impreso en mi carne, el incienso de madrugada triste.)


Issa Martínez

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